sábado, 28 de mayo de 2011

Aleluya - King Vidor - 1929

Aleluya
King Vidor - 1929
Hallelujah
Intérpretes: Daniel L. Haynes (Zeke), Nina Mae McKinney (Chick), William E. Fountaine (Hot Shot), Victoria Spivey (Missy Rose)

Fresco bárbaro, cargado hasta la médula de espiritualidad y de erotismo en bruto, Aleluya es el himno a Baco del cine parlante: sus clamores primitivos tendrán un eco perdurable.

Una pequeña plantación de algodón trabajada por negros en el Mississippi. Este año la cosecha ha sido buena, y Zeke y su hermano Spunk van a venderla a la ciudad. Pero Zeke es seducido por una bailarina de cabaret, Chick, y para deslumbrarla dilapida todo su dinero jugando a los dados. Esto termina en una riña, en el curso de la cual matan a Spunk. Para expiar su falta, Zeke se convierte en pastor. A partir de entonces, tiene a la multitud hechizada con el encanto de sus prédicas. Sin embargo, reaparece Chick, y Zeke vuelve a sucumbir a sus encantos. Ella lo engaña odiosamente, él dispara a su proxeneta. Condenado, finalmente purgará su pena y volverá al lugar donde su fiel prometida, Missy Rose, lo espera.

Los blues de la plantación

King Vidor pasó su infancia en Texas, entre gente de color. Deseaba realizar una película enteramente interpretada por negros: «La sinceridad y el fervor de su expre­sión religiosa», dijo, «me intrigaban tanto como sus aventuras sexuales». Aureolado por sus éxitos mudos (El gran desfile,... Y el mundo marcha), logró convencer a sus productores, en principio escépticos, para que cofinanciaran el film. La historia no era sino un pretexto para describir a la comunidad negra, sus costumbres, su folclore y, sobre todo, su música. Gracias a ello tenemos un verdadero festival de cánticos, blues y espirituales negros (Waiting at the end of tbe road, Old Time Religion, etc.) interpre­tados, en play-back, por formaciones corales de sobrado talento, tales como la de los Dixie Jubilee Singers. Ciertas escenas de celebración litúrgica derivan, por otra parte, en psicosis colectiva, real o simulada, lo cual hizo que se tachara a esta película de racismo sarcástico. Hablemos más bien de fabuloso happening, registrado por una cámara lúcida o cómplice, como se prefiera. Nada que ver con el paternalismo de Qué verde era mi valle (1941).
El arte del cineasta deslumbra igualmente en las partes no cantadas (la pelea en el café, la persecución en el pantano), contribuyendo a hacer de Aleluya no sólo un soberbio drama musical, sino un monumento del cine sonoro.

PELICULAS CLAVE DE LA HISTORIA DEL CINE






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