miércoles, 25 de mayo de 2011

Fernando Pessoa - Alberto Caeiro

Fernando Pessoa es el poeta de los heterónimos; el poeta que se desmultiplica o despersonaliza en la figura de innumerables heterónimos y semi-heterónimos, dando forma por esta vía a la amplitud y la complejidad de sus pensamientos, conocimientos y percepciones de la vida y del mundo, al dar vida a las múltiplas voces que comporta dentro de sí, el poeta puede percibir y expresar las diferentes formas del universo y de las cosas del hombre. Será curioso recordar que la palabra pessoa conlleva en sí este simbolismo del desbordamiento ficticio, del asumir plenamente un personaje, si recordamos que la palabra persona surge de las máscaras del teatro de los actores clásicos, representativas de un personaje, origen etimológico de pessoa. Los heterónimos pueden ser vistos como la expresión de diferentes facetas de la personalidad de Fernando Pessoa y como la manifestación de una profunda imaginación, creatividad y ficción que desde pronto se revela en el poeta -se recuerda que el primer heterónimo, el Cjevalier de Pas fue inventado cuando el poeta tenía seis años. Los más conocidos y con producción literaria más consistente y constante son, entre otros: Alberto Caeiro, Alvaro de Campos y Ricardo Reis. Pero además de en los heterónimos, Fernando Pessoa se desdobló en innumerables semi-heterónimos y pseudónimos, personalidades con una biografía trazada con mayor o menor detalle, personalidades con vidas literarias más o menos intensas, personalidades que acompañarán al poeta durante un tiempo muy o poco significativo y que, algunas veces, se desbordan ellas mismas en otras.
Dentro del grupo de heterónimos, Caeiro representa la esencia del paganismo. Para él las cosas son lo que son y nada más; no va más allá de las cosas ni busca en ellas lo que no tienen. Caeiro lo ve todo como si lo viese por primera vez. Es el poeta de lo finito, porque para él lo que no tiene límites no existe. 

La poesía de Alberto Caeiro es una poesía sin subterfugios ni artificios, una poesía vital, limpia y con la cara lavada, producto de sus vivencias en contacto con la naturaleza. Sus versos, espontáneos y naturales, expresan la realidad con un lenguaje directo y claro. Sus poemas expresan las sensaciones del poeta, su instinto y su intuición. Su poesía es sencilla, de una gran simplicidad, de pequeñas cosas, pero una poesía trascendente y profunda. 


Todas las opiniones que hay sobre la Naturaleza 
nunca han hecho crecer una hierba o nacer una flor. 
Toda la sabiduría respecto de las cosas 
nunca ha sido algo que se pudiera coger, como las cosas. 
Si la ciencia quiere ser verdadera, 
¿qué ciencia más verdadera que la de las cosas sin ciencia? 
Cierro los ojos y la tierra dura sobre la que me echo 
tiene una realidad tan real que hasta mi espalda la siente. 

No necesito raciocinio donde tengo hombros. 
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ACEPTA el universo 
como te lo dieron los dioses. 
Si los dioses te hubieran querido dar otro 
te lo habrían dado. 

Si hay otras materias y otros mundos, 
que los haya. 
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Miro, y las cosas existen. 
Pienso y existo sólo yo. 
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Un día de lluvia es tan bello como un día de sol. 
Ambos existen; cada uno como es. 
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Yo no tengo filosofía: tengo sentidos... 
Si hablo de la Naturaleza no es porque sepa lo que es, 
sino porque la amo, y la amo por eso, 
porque quien ama nunca sabe lo que ama, 
ni sabe por qué ama, ni qué es amar... 

Amar es la eterna inocencia, 
y la única inocencia es no pensar... 
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Lo esencial es saber ver, 
saber ver sin estar pensando, 
saber ver cuando se ve, 
y no pensar cuando se ve 
ni ver cuando se piensa. 
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El viento sopla sin saber, 
la planta vive sin saber, 
yo también vivo sin saber, pero sé que vivo. 
¿Pero sabré que vivo, o sólo sabré que lo sé? 
Nazco, vivo, muero por un destino en el que no mando, 
siento, pienso, me muevo por una fuerza exterior a mí. 
Entonces ¿quién soy yo? 
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