sábado, 28 de mayo de 2011

M. el vampiro de Düsseldorf - Fritz Lang

M. el vampiro de Dusseldorf
Fritz Lang

Intérpretes.: Peter Lorre (Frantz Becker), Otto Wernicke (comisario Lohmann),Gustav Gründgens (el jefe del hampa), Ellen Widmann
Ninguna película supo poner en evidencia mejor que M. el vampiro de Dusseldorf el peso del destino que abruma al individuo, destino encarnado por el pulpo social en toda su arrogancia.
La pequeña Elsie Beckmann es abordada a la salida del colegio por un desconoci­do, que le compra un juguete mientras silba una tonada de música clásica. Ella será la nueva víctima de un asesino sádico que tiene aterrorizada a la ciudad. La policía multiplica en vano sus redadas y pesquisas, pero tan sólo logra desorganizar el hampa y sembrar la inquietud en la población. Los truhanes deciden poner el asunto en sus manos: una red de soplones hábilmente diseminados les permite acorralar al asesino, sobre la espalda del cual uno de sus perseguidores ha podido dibujar con tiza la letra M. Erigiéndose en tribunal, el hampa condena al hombre a muerte, tras una parodia de juicio. La policía interviene a tiempo para conducirlo a un proceso legal.

Autopsia del cuerpo social

Con la intención de distanciarse de las alegorías expresionistas que constituyeran su gloria en los tiempos del mudo, Fritz Lang (1890-1976), preocupado por la cri­sis por la que atravesaba Alemania a comienzos de la década del 30, eligió para su primera película sonora tratar un caso clínico inspirado en el caso del «vampiro de Dusseldorf», uniéndolo a un análisis despiadado de un país enfermo, maduro para la dictadura. El título que propuso fue significativo: «Los asesinos están entre nosotros». Los nazis se sintieron aludidos y presionaron a Lang para que lo modificase. Ai. el •vampiro de Dusseldorf es una denuncia explícita a las estructuras sociales, oficiales o subterráneas, que no tienen otro objeto más que la destrucción del individuo, bus­cando víctimas expiatorias, mientras que el mal está en cada uno de nosotros.
Vigorosa reivindicación de la inviolabilidad de la libertad humana, por monstruo­so que sea el depositario de ella, Ai. el vampiro de Dusseldorfes además un magistral ejercicio de estilo, un modelo absoluto de puesta en escena, considerada una ecuación de todos los elementos constitutivos del film. El menor detalle aparece cargado de sentido, los planos se imbrican según un orden infalible, como las líneas de fuerza de un campo magnético. La muerte de la niñita, el interrogatorio policial, la persecución del culpable, su desdichada confesión... todo es escrutado, disecado como con un escalpelo. Peter Lorre hizo de este papel de asesino una composición inolvidable, de la que no lograría desprenderse del todo hasta el fin de sus días. Joseph Losey dirigió en 1951 en Estados Unidos una nueva versión de este film.
PELICULAS CLAVE DE LA HISTORIA DEL CINE









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