viernes, 27 de mayo de 2011

Un perro andaluz - 1929

Un perro andaluz
Luis Buñuel
Un chien andalou
Guión: Luis Buñuel, Salvador Dalí
Escenografía: Salvador Dalí
Intérpretes: Simone Mareuil (la mujer), Fierre Batcheff (el hombre), Luis Buñuel (el hombre de la navaja)
Para el surrealismo, el cine es un vehículo ideal de poesía y de subversión. Buñuel es la demostración sorprendente de ello desde su primer film.

Había una vez... un hombre que, en una habitación, seccionó con una navaja el ojo de su compañera. Ocho años después; en otra habitación, un joven, excitado por el espectáculo de la calle, desea a una mujer; pero arrastra tras él demasiados vestigios del pasado... Hada las tres de la mañana, llaman a la puerta: el joven es puesto en penitencia por su doble. Seis años antes: había un escolar con sus libros. Pero los libros pueden matar. El dispara contra el intruso, que muere en un jardín. El deseo resur­ge... insatisfecha, la dama parte a reunirse con otro amante, que la espera en una playa. En la primavera, serán devorados por los insectos.

La lógica acorralada

La lectura de este resumen muy aproximativo (que no obstante respeta los puntos de referencia temporales previstos en el guión) demuestra que Luis Buñuel (1900-1983) y su coguionista, el pintor Salvador Dalí, no han buscado ninguna coherencia, haciendo bascular la lógica a placer y dejándose llevar por sus fantasmas. «Totalmente inhabitual, provocador, sin encontrar su lugar en ningún sistema de producción», como lo recono­ció lealmente Buñuel, este film, como todos los exégetas han señalado, es el equivalente cinematográfico de la escritura automática del surrealismo, del cual los autores eran miembros activos. Significó un gran éxito motivado por la curiosidad. A la luz del por entonces reciente psicoanálisis, resultaba divertido descifrar la película. Pero el título mismo es enigmático: en este film no hay ninguna referencia a Andalucía, y el perro es invisible («sin embargo, tened cuidado, ¡muerde!», dirá Jean Vigo).
Abundan los gags visuales y las bromas privadas: el tintineo de un timbre es reemplazado por el brazo de un barman agitando una coctelera, las «hormigas en la mano» señalan que el héroe se siente agitado por un deseo irreprimible, etc. La famo­sa escena del aparejo barroco con su carga de asnos podridos y los hermanos maristas podría sugerir el peso de la educación burguesa, que obstaculiza la liberación de los instintos. En cuanto al ojo cortado del comienzo, más allá de su evidente simbolismo sexual, da por sobreentendido que en adelante debemos ver el cine con otra mirada, renunciando a todo conformismo.
Buñuel tendrá la oportunidad de hilar más fino en La edad de oro (1930). Por el momento, se contenta con arremeter contra «la turba imbécil [que] ha encontrado bello o poético aquello que, en el fondo, no es más que un desesperado llamado a la muerte".

                                       PELICULAS CLAVE DE LA HISTORIA DEL CINE 







No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Datos personales